Evaluando la situación de la CNE y su capacidad de respuesta ante los desastres naturales que continúan afectando al país, el resultado es desmoralizante. La labor del Sr. Gallardo no se había visto tan cuestionada como hasta este momento, cuando las emergencias de verdad golpean y los afectados que claman por ayuda suficiente e inmediata, requieren más que un funcionario abriéndose paso en la política nacional, tirando bolsas de comida desde las alturas o posando para un photoshoot destinado a adornar la página principal de la CNE.

El desempeño de dicha institución y de su cabecilla es un secreto conocido por todos, al punto en que no se puede entablar una conversación al respecto sin que el calificativo “incompetencia” sea mencionado una y otra y otra y otra vez. Ejemplos sobran: el país entero fue testigo de las múltiples equivocaciones en la toma de decisiones que acompañaron los días posteriores al terremoto, millones de pares de ojos vieron quemarse las bodegas donde se acumulaba ayuda empacada para los damnificados, recursos desaprovechados, arcas llenas frente a necesidades insatisfechas.

Estoy seguro que la atención brindada a la última emergencia nacional y a lo largo del mes trascurrido desde entonces, no concuerda en lo más mínimo con las expectativas de los damnificados. Hoy es evidente como la respuesta de las autoridades se disuelve a medida que pasa el tiempo.

Por mi parte las entrevistas del Sr. Gallardo y su cara tras el escudo del “yo no sé” o del “no estaba enterado”, así como las múltiples imágenes en representación del “vendedor de milagros”, fueron más que suficientes para anexar a mis letanías la cabeza del ilustre.